El mes pasado una amiga me sugirió que escribiera un soneto alegre. Puesto que soy una persona feliz, no debería ser una labor difícil. Además, he estado unos días de vacaciones, lo que me hace estar todavía más alegre. A pesar de eso, no me ha resultado nada fácil. La verdad es que no estoy satisfecho con el resultado final, pero es lo que hay. Me he consolado pensando que el problema igual no es mi escasa capacidad para escribir, sino el hecho de que la poesía y la alegría no se llevan bien. ¿Cuántos poemas alegres existen? Muy pocos. Seguro que por cada soneto feliz hay decenas de tristes. El próximo que escriba irá sobre el desamor. Probablemente me exigirá mucho menos esfuerzo del que me ha exigido este.
Existe una versión audiovisual que puedes ver a continuación:
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