miércoles, 1 de febrero de 2023

Con viento en la proa. Soneto febrero 2023

 

 


 

 

Hace unas semanas me encontré con una excompañera de trabajo a la que hacía tiempo que no veía. Sabía que su hija había muerto recientemente y le di el pésame. En ese momento desconocía la causa de la muerte, y tampoco se la pregunté, pero mi amiga quiso dármela. Supongo que tenía ganas de desahogarse. Su hija había fallecido a consecuencia del abuso de drogas. Me contó algunos detalles, pero antes de que profundizáramos en el asunto se nos unió otra antigua compañera y la conversación se interrumpió. Si hubiera escuchado algo así hace un año, me habría sorprendido muchísimo. Durante bastante tiempo había estado convencido de que las muertes por drogas pertenecían al pasado. Me tocó vivir los ochenta de la heroína. Tuve conocidos que su vida fue a la deriva por esa sustancia. Como médico, atendí en los noventa a numerosas personas enfermas por el sida que habían contraído al compartir jeringuillas. Curiosamente, en aquellos años, el caballo que había galopado a sus anchas como si nada pudiera pararlo, desapareció del mapa como por arte de magia. Ese es otro tema que da para un soneto y un análisis detenido, pero no voy a entretenerme en ello.

    He comentado que lo que me confesó mi excompañera no me sorprendió demasiado en ese momento. El motivo fue que no era el primer caso que escuchaba. Un amigo me contó que en su portal había aparecido un individuo muerto con una jeringuilla colgando del brazo. Aquello me sonó, en ese momento, casi arcaico. Parecía una imagen del final del siglo XX. Luego fui enterándome de otros sucesos similares y me di cuenta de que no era ninguna rareza. Un conocido, persona con estudios, buen trabajo e inteligente, falleció el verano pasado también por las drogas. Al final de sus días solo su madre acudió en su auxilio. Ella, y solo ella, estuvo a su lado hasta el final. También en los últimos meses descubrí que un amigo al que hacía años que no veía había perdido la cabeza por sus adicciones. Antes de conocer esos casos, estaba convencido de que los estupefacientes eran una forma más de diversión y que la gente los tomaba en momentos de ocio. Mi creencia era que igual que los consumían, dejaban de hacerlo. Por supuesto, estaba equivocado. Encontré en internet un artículo muy interesante (https://www.arpom.org/espana-bate-su-record-de-muertes-por-sobredosis-en-plena-pandemia-casi-mil-en-un-ano/) en el que se habla del consumo de drogas en España durante la pandemia. El documento no tiene desperdicio. Hay muchos datos interesantes, pero solo mencionaré uno: cada día mueren en España tres personas por sobredosis de drogas. Eso es un poco menos de los que mueren diariamente por accidente de tráfico (cuatro al día). Con viento en la proa intenta reflejar lo que han padecido mi excompañera de trabajo y otras muchas madres como ella.

    Existe una versión audiovisual recitada por Luis Fernández Reyes que puede verse en YouTube: