viernes, 1 de abril de 2022

La culpa. Soneto abril 2022.

 


Pensé que escribir un soneto sobre la culpa podría resultar interesante. Me resultó fácil desarrollar los primeros versos, pero luego me quedé sin ideas. Decidí documentarme un poco. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que el conocimiento que tenía sobre el sentimiento de culpa era muy limitado. Tenía la impresión de que era algo interno, personal y casi predeterminado genéticamente. Nada más lejos de la realidad. Si no tuviéramos cultura, educación, religión, familia..., no sentiríamos culpa. Son las normas de comportamiento que nos han inculcado, los conceptos del bien y del mal, lo aceptado como correcto o incorrecto, etc., los que establecen unos límites que al ser superados nos hacen sentirnos culpables. Comprender esto ha hecho que ahora me resulten evidentes dos cosas que me habían pasado desapercibidas, pero que son bien conocidas por psicólogos, psiquiatras y sociólogos. La primera de ellas es que la culpa puede utilizarse para manejar a las personas. Estoy convencido de que unas normas racionales y justas y un sentimiento de culpa moderado y acorde a la falta son adecuados, pero existe el riesgo de que algún ente poderoso los utilice en provecho propio. Me invento un caso simplón. Tenemos una isla totalmente incomunicada en la que habitan unos cientos de personas. La base principal de la alimentación de esas personas son los cangrejos que habitan en la playa, pero no es la única. También se come trigo, pero mucho menos. Todo el trigo pertenece a una única persona. Esa persona es poderosa y ambiciosa; tanto que con el tiempo consigue controlar los medios de comunicación y las escuelas de la isla. Un día lanza el bulo de que los cangrejos tienen alma y de que ese alma no llega al cielo de los cangrejos cuando el cuerpo de estos ha sido comido por un humano. A base de insistir en ese asunto consigue crear un sentimiento de culpa en los habitantes de la isla que hace que eviten comer cangrejo. Si no comen cangrejo, comerán trigo, y eso será un buen negocio para el propietario de ese cereal. Como he dicho, es un ejemplo simplón, pero lo que nos hacen en la vida real no es mucho más complejo.

     La segunda cosa de la que he sido consciente es de que no hay un límite preciso que marca la aparición de la culpa. Hay quien puede no sentirse nunca culpable, aunque en este caso el problema será para los que lo rodean y no para sí mismo, y quien puede sentirse culpable por casi todo. Esto último da lugar a un cuadro patológico que llega a paralizar al individuo que lo padece. Se me ocurre un nuevo ejemplo. El dirigente de un país decide invadir al país vecino. Esa decisión causa miles de muertos. Él piensa que hace lo correcto y no se siente culpable. Un soldado de ese ejército, que quizá no creía en esa guerra, pero que se ha visto obligado a alistarse por la fuerza (aplicar la pena de muerte a los que se consideran desertores es una práctica habitual en todo conflicto bélico), tal vez mate a un enemigo siguiendo órdenes y se sienta terriblemente culpable por ello. Paradojas de la vida, de la naturaleza y del ser humano.

    Existe una versión audiovisual del soneto que puede verse más abajo. Recita Luis Fernández Reyes.