viernes, 1 de diciembre de 2023

Ocho mil millones. Soneto

 



El día quince de noviembre del año 2022, según Naciones Unidas, la población mundial alcanzó los 8000 millones. Hay quien se atreve a especular a qué cifra llegaremos antes de que pare el crecimiento poblacional. Tal estancamiento comenzará, si se cumplen las previsiones, en el año 2080. En el año 2100 ya tendremos un crecimiento cero. Para entonces la población será de unos 10400 millones. Personalmente me parece que es mucha especulación. Antes de esa fecha pueden pasar varias cosas: que haya una guerra que se lleve por delante a unos miles de millones (esta es la que me parece más probable), que se produzcan problemas de fertilidad y no seamos capaces de engendrar hijos, que algún iluminado diga que hay que hacer la eutanasia a la población mayor de 65 años (exceptuando a él mismo y a los que pongan en marcha la medida), que nos caiga un meteorito (tipo extinción dinosaurios), etcétera.

La cuestión es que cada día que pasa somos más humanos sobre la tierra. Cuando nací, hace ya varias décadas, la población en mi ciudad era de unas cien mil personas. Hoy en día es algo más del doble. En 60 años se ha duplicado. Recuerdo un tiempo en el que salías un domingo por la mañana por la zona periférica y no veías a nadie. Había momentos del día en los que circulabas con el coche y casi no se veían otros vehículos. Hoy veo gente a todas horas y en todas partes. Ni en el lugar más recóndito de la ciudad estás solo. La sensación de vivir en un hormiguero es cada vez mayor. Y eso que estamos hablando de una localidad, Pamplona, en España, con una densidad de población de 8847 personas/km2. No me puedo imaginar lo que tiene que ser vivir en Macao, donde la densidad es de 21100, o en el barrio de La Florida de L'Hospitalet de Llobregat que tiene casi 78.000 habitantes/km2 (es el barrio de Europa con mayor densidad de población).

    No sé cómo acabará esta historia. Mucho antes de que la especie humana se extinga o se trasforme en otra cosa, habré desaparecido de la faz de la tierra, contribuyendo con mi extinción al crecimiento cero.


    Existe una versión audiovisual del soneto recitada por Luis Fernández Reyes.