domingo, 1 de octubre de 2017

La píldora milagrosa. Soneto octubre 2017


 
 
 
 
La desesperación que supone estar enfermo hace que busquemos alivio a cualquier precio. Detrás de toda necesidad humana hay la posibilidad de un negocio. Por supuesto, la necesidad de salud no es la excepción y sirve para que nos ganemos el alimento brujos, adivinos, chamanes, médicos, curanderos, homeópatas, etc. En general, es un intercambio aceptable en el que una de las partes pone el dinero y la otra la curación, el consuelo o la esperanza. En ocasiones algunos laboratorios farmacéuticos pierden de vista el verdadero objetivo de esa transacción y consideran que lo realmente importante es obtener beneficios económicos. El problema principal de esa falta de ética es que el paciente puede perder, a parte de su dinero, algo de la salud que le quedaba. Hay comercializados fármacos que curan poco o nada y que, sin embargo, sí tienen efectos adversos importantes. ¿Por qué se venden? Porque son útiles para que alguien que ya tiene mucha riqueza tenga más. Es impresionante como manejan algunas empresas farmacéuticas la publicidad, los comités de farmacia, los ministerios, los artículos científicos, las sociedades médicas y el resto de los elementos que componen el muro que debería evitar que un producto nocivo llegase al ciudadano de a pie. Todo el mundo tiene un precio y, teniendo en cuenta las cantidades económicas que se manejan, hasta el más alto es muy bajo para una industria tan poderosa. Así que en ocasiones, pocas en mi opinión, nos dan gato por liebre y nos dicen estar suministrándonos una píldora tan maravillosa como la de mi soneto cuando en realidad nos están vendiendo una pequeña dosis de veneno.