sábado, 12 de noviembre de 2016

Viaje a Laos y Tailandia. Presentación.


Hace tiempo que tengo en mente la idea de probar todas las formas de literatura. De momento he escrito novela, poesía y una obra de teatro. Bien o mal, eso es otra cosa. Me quedan muchos campos por explorar: cuento, guión cinematográfico, fábula... En esta ocasión voy a intentar relatar mis vacaciones en Laos y Tailandia. Nunca leo libros de viajes ni tampoco me he molestado en estudiar la teoría sobre esta forma de literatura. Hago esta advertencia de antemano porque estoy seguro que el resultado final no va a ser nada ortodoxo. Aunque soy un ignorante en este campo hay algunas cosas que tengo claras. La primera de ellas es que esto no va a ser una guía de viaje. No voy a decir qué sitios hay que visitar, cómo se saluda en tailandés, etc. Esto no quiere decir que en ocasiones no vaya a describir con detalle algunas cosas que puedan ser útiles a otros viajeros. Si alguien puede aprovecharse de mi experiencia mejor. Otra cosa que tengo clara es que no voy a decir todos y cada uno de los sitios que he visitado. Es posible que en estas vacaciones haya entrado en más de treinta templos budistas. De la mayoría no recuerdo ni el nombre. Ponerme a escribir de cada uno de ellos no me interesa en absoluto. Lo que voy a relatar son mis impresiones. Una visión totalmente subjetiva del viaje. Es posible que dedique más de una página a un hecho intrascendente y que no mencione algunos de los puntos de interés de los que se habla en todas las guías. Por último, quiero escribir de corrido. No voy a trabajar demasiado el texto. Esto no va a ser una novela. Espero que se parezca más a un diario íntimo.

Viaje a Laos y Tailandia. Preparación del viaje.


Tanto mi amiga Pilar, con la que hice este viaje, como yo sentimos una fascinación por Asia. En esta ocasión nuestra idea inicial era visitar únicamente Laos. Sin embargo, a medida que leíamos cosas sobre ese país nos íbamos dando cuenta de que no era el destino ideal para nosotros. La mayor parte del turismo en ese lugar va orientado a actividades deportivas. Se hace rafting, trekking y otro montón de cosas terminadas en “ing” que no sé ni lo que son. Mi culto al cuerpo se limita al disfrute del de los demás. El mío lo tengo un tanto abandonado. A mi edad no me veo tirándome por un río dentro de un neumático (a eso lo llaman tubbing y es otra actividad que se hace en Laos). A pesar de eso, Laos tiene una ciudad que nos interesaba: Luang Prabang. Los vuelos más baratos para llegar hasta ese lugar nos obligaban a pasar por Bangkok. Ya que teníamos que ir a Tailandia decidimos repartir el viaje entre esos dos países. En Tailandia, además de la capital, visitaríamos el norte, concretamente Chiang Mai, y el sur, Krabi. En esta última zona la situación socio-política no es la ideal. Justo después de haber pagado los vuelos y el hotel se produjeron varios atentados terroristas en los que murieron decenas de personas. Para complicar más las cosas solo unos pocos días antes de iniciar nuestro viaje, concretamente el 13 de octubre de 2016, murió Bhumibol Adulyadej, rey de Tailandia. Su desaparición aumentaba todavía más la inestabilidad en esa zona. Consultamos la página web de la embajada de Canadá y desaconsejaba visitar el sur del país. Así las cosas, preferimos perder dinero y cambiamos el itinerario. El resultado final es que estaríamos tres días en Luang Prabang, cuatro en Chiang Mai y tres en Bangkok.

Viaje a Laos y Tailandia. Día 29 de octubre de 2016


Salgo de Pamplona a las 9 de la mañana con destino a Madrid. El tren va a tope. Se nota que es el puente de Todos los Santos. Hay más vagones que cualquier otro sábado. A pesar de que está lleno tengo suerte y el viaje transcurre en silencio. Esta vez no me han tocado ni grupos de adolescentes ni despedidas de soltero. Estoy muy despejado así que opto por ver la película. En principio van a echar una que se titula Rachel pero hay algún problema con el sonido. Nos pasan un fragmento en inglés, después otro en inglés con subtítulos en español y luego otro en inglés con subtítulos en griego. Al final desisten y cambian de película. Me da pena porque tiene buena pinta. La nueva es del oeste. Desconozco el título. Tiene todos los tópicos del género: matan a la mujer y al hijo del protagonista, hay un malo local con varios pistoleros a su cargo, la mayoría de los habitantes del pueblo son unos cobardes, el protagonista se venga y mata a todos... En fin, lo habitual. Sin embargo, como está bien hecha la disfruto hasta el final.
   Cojo el tren de cercanías y llegó al aeropuerto con tiempo para facturar sin prisa. Pilar ya está en la cola de Emirates. En algo más de una hora tenemos la burocracia solucionada. Eso es lo que peor llevo. Detesto el control de seguridad, el caminar por los pasillos buscando la puerta de embarque y el tener que hacer cola para todo.
   Tenemos tres vuelos hasta Luang Prabang, nuestro primer destino. Dos vuelos con Emirates de algo más de siete horas cada uno, el primero a Dubái y el segundo a Bangkok, y luego otro hasta Laos de unos noventa minutos con una compañía asiática. El vuelo hasta Dubái transcurre sin incidencias. Emirates es mi compañía aérea favorita. Los aviones son cómodos, el personal atento y todo funciona a la perfección. Me da tiempo a ver tres películas y leer un rato. Solo tenemos dos horas de espera antes de la salida del siguiente vuelo. Justo el tiempo para ir tranquilamente desde donde hemos aterrizado hasta la puerta de embarque. El aeropuerto de Dubái impresiona por su diseño. Es el paraíso de los amantes del lujo. Todo está nuevo y es posible que sea el lugar más limpio que he visto nunca. Los suelos reflejan las imágenes. Es una buena muestra de lo que te espera en Dubái. Hacia un año que había visitado esa ciudad. Me gustó. Creo que podría emplearse como ejemplo de los actos que hacemos los humanos y que se escapan a la razón. Dubái se asienta en pleno desierto. En verano puede hacer más de cincuenta grados de temperatura. Como dice mi amiga Pilar, casi incompatible con la vida. Sólo en los meses más “fríos” está un poco por debajo de los treinta grados. Hay aire acondicionado por todas partes, incluidas las paradas de autobús. Mantener una ciudad de lujo que, entre otros atractivos, tiene el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, solo es posible gracias al dinero que aporta el petróleo. En los Emiratos Árabes tienen la esperanza de poder vivir del turismo cuando el chollo del oro negro se les acabe. En eso están invirtiendo. Sin embargo, a mí que no entiendo nada de economía me parece que no va a funcionar. Dubái merece una visita, es indudable. Es una ciudad de ciencia ficción. Pero con ir una vez es suficiente. No volvería. No hay que olvidar que el turista medio, entre los que me incluyo, no solo busca contemplar cosas. Hay que disfrutarlas. Eso parece difícil en un país islámico en el que el sexo es castigado con la cárcel, las mujeres autóctonas van con burka y en la playa estás a más de cuarenta grados Celsius. Un país así nunca podrá superar en la carrera por obtener turistas a uno como España. Tengo la impresión de que en tres o cuatro siglos, cuando el petróleo no sea una fuente de energía, Dubái será una ciudad fantasma. Sin dinero para mantener las infraestructuras se irán deteriorando. Desaparecerán los miles de trabajadores extranjeros que hoy la habitan, los pocos autóctonos que existen volverán a la misma vida sencilla que tenían antes de que les cayera una tormenta de dinero encima y el Burj Khalifa será un edificio enterrado bajo la arena del desierto del que solo se verá la punta.