Hace
tiempo que tengo en mente la idea de probar todas las formas de
literatura. De momento he escrito novela, poesía y una obra de
teatro. Bien o mal, eso es otra cosa. Me quedan muchos campos por
explorar: cuento, guión cinematográfico, fábula... En esta ocasión
voy a intentar relatar mis vacaciones en Laos y Tailandia. Nunca leo
libros de viajes ni tampoco me he molestado en estudiar la teoría
sobre esta forma de literatura. Hago esta advertencia de antemano
porque estoy seguro que el resultado final no va a ser nada ortodoxo.
Aunque soy un ignorante en este campo hay algunas cosas que tengo
claras. La primera de ellas es que esto no va a ser una guía de
viaje. No voy a decir qué sitios hay que visitar, cómo se saluda en
tailandés, etc. Esto no quiere decir que en ocasiones no vaya a
describir con detalle algunas cosas que puedan ser útiles a otros
viajeros. Si alguien puede aprovecharse de mi experiencia mejor. Otra
cosa que tengo clara es que no voy a decir todos y cada uno de los
sitios que he visitado. Es posible que en estas vacaciones haya
entrado en más de treinta templos budistas. De la mayoría no
recuerdo ni el nombre. Ponerme a escribir de cada uno de ellos no me
interesa en absoluto. Lo que voy a relatar son mis impresiones. Una
visión totalmente subjetiva del viaje. Es posible que dedique más
de una página a un hecho intrascendente y que no mencione algunos de
los puntos de interés de los que se habla en todas las guías. Por
último, quiero escribir de corrido. No voy a trabajar demasiado el
texto. Esto no va a ser una novela. Espero que se parezca más a un
diario íntimo.
A veces siento la necesidad de escribir. A pesar de mi inconstancia he conseguido terminar dos novelas, una obra de teatro, varios sonetos y algunas cosas más. Si quieres enviarme un comentario sobre algo de lo que hayas leído en mi blog puedes hacerlo a esta dirección de correo electrónico: andres.garralda@gmx.es
sábado, 12 de noviembre de 2016
Viaje a Laos y Tailandia. Preparación del viaje.
Tanto
mi amiga Pilar, con la que hice este viaje, como yo sentimos una
fascinación por Asia. En esta ocasión nuestra idea inicial era
visitar únicamente Laos. Sin embargo, a medida que leíamos cosas
sobre ese país nos íbamos dando cuenta de que no era el destino
ideal para nosotros. La mayor parte del turismo en ese lugar va
orientado a actividades deportivas. Se hace rafting, trekking y otro
montón de cosas terminadas en “ing” que no sé ni lo que son. Mi
culto al cuerpo se limita al disfrute del de los demás. El mío lo
tengo un tanto abandonado. A mi edad no me veo tirándome por un río
dentro de un neumático (a eso lo llaman tubbing y es otra actividad
que se hace en Laos). A pesar de eso, Laos tiene una ciudad que nos
interesaba: Luang Prabang. Los vuelos más baratos para llegar hasta
ese lugar nos obligaban a pasar por Bangkok. Ya que teníamos que ir
a Tailandia decidimos repartir el viaje entre esos dos países. En
Tailandia, además de la capital, visitaríamos el norte,
concretamente Chiang Mai, y el sur, Krabi. En esta última zona la
situación socio-política no es la ideal. Justo después de haber
pagado los vuelos y el hotel se produjeron varios atentados
terroristas en los que murieron decenas de personas. Para complicar
más las cosas solo unos pocos días antes de iniciar nuestro viaje,
concretamente el 13 de octubre de 2016, murió Bhumibol Adulyadej,
rey de Tailandia. Su desaparición aumentaba todavía más la
inestabilidad en esa zona. Consultamos la página web de la embajada
de Canadá y desaconsejaba visitar el sur del país. Así las cosas,
preferimos perder dinero y cambiamos el itinerario. El resultado
final es que estaríamos tres días en Luang Prabang, cuatro en
Chiang Mai y tres en Bangkok.
Viaje a Laos y Tailandia. Día 29 de octubre de 2016
Salgo
de Pamplona a las 9 de la mañana con destino a Madrid. El tren va a
tope. Se nota que es el puente de Todos los Santos. Hay más vagones
que cualquier otro sábado. A pesar de que está lleno tengo suerte y
el viaje transcurre en silencio. Esta vez no me han tocado ni grupos
de adolescentes ni despedidas de soltero. Estoy muy despejado así
que opto por ver la película. En principio van a echar una que se
titula Rachel pero hay algún problema con el sonido. Nos
pasan un fragmento en inglés, después otro en inglés con
subtítulos en español y luego otro en inglés con subtítulos en
griego. Al final desisten y cambian de película. Me da pena porque
tiene buena pinta. La nueva es del oeste. Desconozco el título.
Tiene todos los tópicos del género: matan a la mujer y al hijo del
protagonista, hay un malo local con varios pistoleros a su cargo, la
mayoría de los habitantes del pueblo son unos cobardes, el
protagonista se venga y mata a todos... En fin, lo habitual. Sin
embargo, como está bien hecha la disfruto hasta el final.
Cojo
el tren de cercanías y llegó al aeropuerto con tiempo para facturar
sin prisa. Pilar ya está en la cola de Emirates. En algo más de una
hora tenemos la burocracia solucionada. Eso es lo que peor llevo.
Detesto el control de seguridad, el caminar por los pasillos buscando
la puerta de embarque y el tener que hacer cola para todo.
Tenemos
tres vuelos hasta Luang Prabang, nuestro primer destino. Dos vuelos
con Emirates de algo más de siete horas cada uno, el primero a Dubái
y el segundo a Bangkok, y luego otro hasta Laos de unos noventa
minutos con una compañía asiática. El vuelo hasta Dubái
transcurre sin incidencias. Emirates es mi compañía aérea
favorita. Los aviones son cómodos, el personal atento y todo
funciona a la perfección. Me da tiempo a ver tres películas y leer
un rato. Solo tenemos dos horas de espera antes de la salida del
siguiente vuelo. Justo el tiempo para ir tranquilamente desde donde
hemos aterrizado hasta la puerta de embarque. El aeropuerto de Dubái
impresiona por su diseño. Es el paraíso de los amantes del lujo.
Todo está nuevo y es posible que sea el lugar más limpio que he
visto nunca. Los suelos reflejan las imágenes. Es una buena muestra
de lo que te espera en Dubái. Hacia un año que había visitado esa
ciudad. Me gustó. Creo que podría emplearse como ejemplo de los
actos que hacemos los humanos y que se escapan a la razón. Dubái se
asienta en pleno desierto. En verano puede hacer más de cincuenta
grados de temperatura. Como dice mi amiga Pilar, casi incompatible
con la vida. Sólo en los meses más “fríos” está un poco por
debajo de los treinta grados. Hay aire acondicionado por todas
partes, incluidas las paradas de autobús. Mantener una ciudad de
lujo que, entre otros atractivos, tiene el edificio más alto del
mundo, el Burj Khalifa, solo es posible gracias al dinero que aporta
el petróleo. En los Emiratos Árabes tienen la esperanza de poder
vivir del turismo cuando el chollo del oro negro se les acabe. En eso
están invirtiendo. Sin embargo, a mí que no entiendo nada de
economía me parece que no va a funcionar. Dubái merece una visita,
es indudable. Es una ciudad de ciencia ficción. Pero con ir una vez
es suficiente. No volvería. No hay que olvidar que el turista medio,
entre los que me incluyo, no solo busca contemplar cosas. Hay que
disfrutarlas. Eso parece difícil en un país islámico en el que el
sexo es castigado con la cárcel, las mujeres autóctonas van con
burka y en la playa estás a más de cuarenta grados Celsius. Un país
así nunca podrá superar en la carrera por obtener turistas a uno
como España. Tengo la impresión de que en tres o cuatro siglos,
cuando el petróleo no sea una fuente de energía, Dubái será una
ciudad fantasma. Sin dinero para mantener las infraestructuras se
irán deteriorando. Desaparecerán los miles de trabajadores
extranjeros que hoy la habitan, los pocos autóctonos que existen
volverán a la misma vida sencilla que tenían antes de que les
cayera una tormenta de dinero encima y el Burj Khalifa será un
edificio enterrado bajo la arena del desierto del que solo se verá
la punta.
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