sábado, 1 de agosto de 2020

Desde. Soneto agosto 2020






Hace unos días leí una noticia que decía que el actor Jack Gleeson, después de años de haber estado alejado de los estudios de rodaje, volvía a ponerse delante de las cámaras. Este actor se hizo muy famoso por participar en la serie Juego de Tronos interpretando al repulsivo Joffrey Baratheon. Hay que reconocer que lo hacía fantásticamente bien. Era tan creíble su actuación que muchos espectadores no eran capaces de diferenciar al personaje de la persona. Lo que ocurrió es que, al pobre Jack, empezaron a insultarlo en las redes y en la vida real. De los insultos se pasó a las amenazas y no se sabe qué más podría haber ocurrido de no haber dejado la interpretación. El pobre muchacho abandonó el mundo de la farándula y se dedicó a estudiar filosofía.

 
     Esa noticia me dio que pensar. Resulta que algunos espectadores eran incapaces de entender que Jack Gleeson y Joffrey Baratheon eran dos cosas totalmente distintas, y eso que en Juego de Tronos aparecen dragones que echan fuego, muertos que resucitan, árboles que hablan y otra infinidad de cosas que poco tienen que ver con la realidad que nos rodea. Por lo tanto, si en un caso tan obvio ya hay gente que no sabe distinguir entre persona y personaje, en otros en los que esa evidencia sea menor el número de espectadores que los confunda puede ser enorme. Llevado a la literatura, la distinción entre autor y obra se vuelve aún más difícil; en el caso de la poesía, imposible. Y a este punto es a donde quería llegar. ¿Puede saber el lector si un poema escrito en primera persona hace referencia al propio autor? La respuesta que yo daría es no.
 

     Se suele hablar del yo poético y del yo literario. Hay quien opina que son lo mismo, pero a mí me parece más adecuado diferenciarlos. En el yo poético es el autor el que cuenta sus propias vivencias. Por lo tanto, autor y personaje son lo mismo. En cambio, en el yo literario el autor crea un personaje que no es él. Es evidente que casi todo el mundo escribe en base a su propia experiencia y, por lo tanto, la inmensa mayoría de los textos tienen una parte de yo poético y otra de yo literario. Habrá que tener en cuenta qué predomina. Todo el mundo hemos experimentado la soledad, pero no es lo mismo haber pasado un fin de semana solo porque no te ha salido ningún plan y tu familia y/o pareja están fuera que vivir solo durante meses o años porque has tenido que cambiar de país y no has logrado relacionarte con nadie. En el primer caso has realizado el aprendizaje de lo que es la soledad, pero no te ha producido ninguna herida profunda. En el segundo, posiblemente tu mente y tu vida queden, de alguna manera, marcadas para siempre. A la hora de escribir da igual que te haya sucedido lo primero o lo segundo. La cuestión es que ya sabes lo que es la soledad y puedes hablar de ella en el tono que quieras. Por ejemplo, puedes decir que eres feliz estando solo, aunque sea mentira y te sientas un pobre desgraciado hundido en la miseria, o comentar que te mueres de pena por falta de relaciones cuando en realidad estás encantado de estar solo en casa sin que nadie te moleste. Conclusión, una vez que tienes la “herramienta”, la usas a tu antojo.


     Y ahora paso a hablar de mí. Espero que nadie se sienta engañado, porque no es esa mi intención, pero la inmensa mayoría de lo que escribo poco tiene que ver con mi vida real... y menos mal. Si me hubiera pasado lo que les ha pasado a los protagonistas de mis poemas, de mis novelas y de mis guiones, habría tenido una existencia de lo más dura. Hubiera vivido solo, en un estado de celos y envidia permanente, herido por un rosario de desamores, me habrían metido en la cárcel y habría muerto y resucitado varias veces. En definitiva, algo más propio de un personaje de Juego de Tronos que de un individuo de carne y hueso.


 
      El poema de este mes, “Desde”, poco tiene que ver con mis circunstancias actuales. Uso, por lo tanto, el yo lírico. Para mí, escribir sonetos es un ejercicio de técnica y creatividad. No desgarro mis carnes, como he leído por ahí que les pasa a algunos que se hacen llamar poetas, con cada palabra que escribo. Tampoco desnudo mi alma. Sin embargo, que nadie se sienta estafado. Escribir un soneto me lleva bastante tiempo y esfuerzo. La métrica y la rima no salen solas; hay que trabajar cada verso. Ser original y darle ritmo tampoco es fácil. No hablo de mi vida ni de mis circunstancias, pero soy honesto con mi esfuerzo. Todo lo que hago lo hago pensando en satisfacer al lector.