jueves, 1 de septiembre de 2016

El guitarrista. Sonetos Septiembre 2016


El pasado 31 de julio estuve en un recital de guitarra en Mendigorria. Era uno de los actos del Festival Internacional de Música que se celebra en esa localidad cada año. El intérprete era Sanel Redzic y el lugar en el que se celebró la iglesia de San Pedro. El guitarrista se colocó en un pequeño escenario que estaba algo más elevado que el nivel al que se sentaba el público. Rodeaban al escenario bancos por sus cuatro lados. Tuve la suerte de poder colocarme en uno de los más próximos. No había nada que me separara del intérprete, que estaba a unos dos metros de distancia. La mayoría del público busca colocarse donde mejor se oye, como es natural. Yo, en cambio, prefiero los lugares en los que mejor se ve. Me dijo en una ocasión una persona que lo que a mí me gusta es ver el sufrimiento del artista. Aunque no es del todo exacto, algo de razón llevaba. En el recital de ese domingo pude ver ese sufrimiento y otras muchas cosas más. Creo que Sanel Redzic pasó por varios estados mientras interpretaba. Sin duda, el sufrimiento fue uno de ellos. Algunas de las obras que tocó eran muy exigentes técnicamente. Sudaba profusamente y su respiración no siempre era regular. Podía saber por la frecuencia e intensidad de esta última qué fragmentos le exigían mayor esfuerzo. También vi a Sanel disfrutar. Había momentos en que parecía trasportado por el sonido: lanzaba la guitarra hacia delante y viajaba al unísono con las notas que acababa de tocar. Sin duda, fue un recital especial, de esos que consiguen una perfecta comunión entre música, intérprete y público. Tan especial que he escrito el soneto El guitarrista inspirado por él.

Para que el lector pueda hacerse a la idea de lo que fue realmente el recital he pedido a Teobaldos (Javier Monreal) permiso para reproducir la excelente crítica que publicó el pasado día 3 de agosto en el Diario de Noticias. Me gustaría haberla hecho yo, pero no tengo ni la mitad de su experiencia ni la décima parte de su oído. De pequeño toqué la guitarra y el acordeón. En ambos casos con poca destreza y ningún talento. Quizá por eso siento tanta admiración por los virtuosos de la música. Me maravilla su capacidad. También su dedicación, porque está claro que para tocar como lo hizo Sanel no basta con tener un don, hay que cultivarlo con montones de horas de sacrificio. A continuación pongo la reseña de Javier Monreal sin cambiar ni una coma. Disfrútenla.

ATRAPADOS POR LA GUITARRA.

XIII Festival de Mendigorría. Sanel Redzic, guitarra. Programa: Rondó brillante de D. Aguado. Homenaje a Debussy, de M. de Falla. “Choro da Saudade” de Barrios Mangoré. Fantasía sobre la Traviata de Tárrega. Partita BWV 1004 de J. S. Bach (transcripción a la guitarra del propio intérprete). Lugar: Iglesia de San Pedro de Mendigorría. Fecha: 31 de julio de 2016. Público: buena entrada, más de 150 personas (10 euros).

El público, en esta ocasión, arropaba con cercanía al guitarrista, bien situado en una tarima, que permitía sentir su respiración, su pulsación, y los matices más delicados; a la vez que el majestuoso espacio de la iglesia, amplificaba, de modo natural, el sonido con una acústica excelente para este instrumento, siempre íntimo y que habla al oído. Se consiguió la atmósfera ideal para apreciar la espectacular desenvoltura del complicado entramado técnico de las obras, y a la vez, la transparencia de la carga emotiva que aportan las partituras y el intérprete, en un recital con el riesgo evidente de tal exposición  -cargado de pasajes de gran virtuosismo-, donde no se puede escapar ni una mala posición del dedo, porque todo se nota.

El joven guitarrista Sanel Redzic (Bosnia Herzegovina 1988), afincado en Weimar, nos ofrece un recital completísimo: compositores españoles, con un precioso apunte del paraguayo Barrios Mangoré; y J. S. Bach, que, como es bien sabido, sienta cátedra en cualquier intérprete, máxime si es con la transcripción de una partita, de endiablada digitación.

Se presenta el guitarrista con el Rondó Brillante de Aguado, un clásico de la guitarra; a partir de ahí vemos que no estamos ante un intérprete que solamente controla bien la técnica, sino, ante un músico que investiga sonidos, que, basándose siempre en un bien armado timbre redondo y sólido, investiga otros colores, consiguiendo matices de sonido abierto, cuando quiere, de diversa intensidad metálica en la tímbrica, de finísimo pellizco en los matices más piano. Por otra parte, a lo largo de toda la velada, consigue que nos olvidemos de que la música se mide, a favor del devenir del flujo constante de la expresión. En los tempos lentos todo se multiplica y expande –esos calderones colgados de la nave-, y claridad meridiana en el punteo.

Un acierto absoluto el programar la única obra que escribió Falla para guitarra: su homenaje para la tumba de Debussy: no se suele interpretar, y fue una lección de contención, de esencialidad, de delicadísima versión de la habanera –que tanto gustaba a Debussy-, en este caso, sin salirse del matiz elegíaco de la obra, sin concesiones a rasgueos coloristas o entretenida danza, sino tal como la quería Falla: austera, descarnada, profunda, a veces un poco aristada.

En otro campo de los sentimientos, el, también guitarrista, y compositor paraguayo, Barrios Mangoré es de especial predilección del intérprete, y sobre él vuelca –en su Choro de Saudade, y, como propina, en el vals opus 8- esa entrañable morriña de una infancia difícil (guerra de Bosnia); es una versión acogedora y humana de los sentimientos, pero, sin blandenguería; arrancando de las cuerdas la tristeza y dejando la bella melancolía. Como contraste, Sanel nos hace un gozoso recorrido por la Traviata de Verdi / Tárrega, buscando colores brillantes y más mates, según la escena; con un “Adio del pasato” muy sentido y cimentado por el tan guitarrístico trémolo.

De la partita de Bach sólo podemos decir que nos metió de lleno en el torbellino musical del compositor. En la “allemande”: una limpia, poderosa y concreta matemática; en la “courente”, el virtuosismo del que hace gala el intérprete –siempre al servicio de la música, no de la exhibición- multiplica milagrosamente los dedos. La “zarabanda” aporta calma, para luego –en la giga- volver al vértigo bachiano. La chacona es especialmente sentimental, un Bach muy bien traído a este siglo, y al humanismo del intérprete. De segunda propina: un recogido Satie. Sanel Redzic vuelve a Puente la Reina el sábado 6 de agosto (20,30), no se lo pierdan.

TEOBALDOS.”


Siempre he publicado los sonetos tanto en Facebook como en el Blog. El concierto de violonchelo es la primera excepción. No lo he subido a Facebook por miedo a que se malinterprete. Es un soneto que no refleja lo que pienso. Se trata de una broma. En términos musicales sería un divertimento. Si se lee sin esta explicación previa puede pensarse que odio el violonchelo, cuando realmente no es así. Pocos días después del recital de guitarra que me inspiró El guitarrista acudí, también dentro del XIII Festival de Mendigorría, a uno de violonchelo. Estuvo muy interesante y el intérprete demostró que tenía muchísimo talento. No tuvo nada que ver con el anterior. Aquí no se buscaba tanto la armonía, la melodía y la emoción. Fue algo más ambicioso. De alguna manera se dio un repaso a las posibilidades de este instrumento. Sinceramente, mereció la pena. A pesar de ello, ese día los amigos teníamos el humor un poco ácido y comenzamos a bromear sobre el recital. Eran chistes inocentes; un pasar el rato al modo de corrillo en la corrala. La cuestión es que me sentí inspirado para escribir un soneto poco serio. Como he dicho al principio, un divertimento. Espero que ningún violonchelista se lo tome a mal. Si alguno se molesta, siempre podrá vengarse obligándome a escuchar las seis suites de Bach seguidas.


El tercer soneto de este mes de septiembre tiene nombre propio: Alicia. Lo he escrito para Alicia Zubicoa. Aunque el poema incide en aspectos de nuestra amistad y tiene algunos elementos que pueden resultar incomprensibles para personas que no nos conozcan, creo que en conjunto se entiende bien y que no requiere una mayor explicación.
 








 

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