sábado, 1 de octubre de 2016

Chronos. Sonetos octubre 2016


Hace un año que escribí el primer soneto. Como me ocurre siempre desde hace unos lustros tengo la impresión de que el tiempo ha pasado muy rápido, casi sin enterarme. Sin embargo, cuando miro hacia atrás con detenimiento veo que han sucedido muchas cosas. En mi caso la mayoría buenas; no puedo quejarme. A nivel literario he escrito una obra de teatro, una novela y un buen montón de sonetos. En cantidad no está mal. En calidad, si me atengo al éxito que han tenido, me temo que no es para estar orgulloso. Aun así, no tiro la toalla. Quién sabe si a base de insistir no acabaré encontrando el camino para crear algo que merezca la pena. De momento, para octubre cuelgo en el blog dos nuevos sonetos. Al primero de ellos lo he titulado Chronos y, obviamente, va sobre el tiempo cronológico, que es el tema que me ha venido a la mente en estas fechas. El segundo lleva un título mucho menos evidente: Rinocerontes. Hace unos años leí una noticia en la que se decía que los rinocerontes del Masai Mara corrían el peligro de extinguirse porque quedaban muy pocos en una extensión tan grande que era difícil que los machos y las hembras se encontraran. En definitiva, que vagaban solitarios sin posibilidad de acoplarse. En el caso de los humanos ocurre que, en general, estamos muchos en poco espacio. Eso, en teoría, facilita los encuentros. Sin embargo, es bien conocido por todos que no siempre esos encuentros llegan a buen puerto. En el soneto he contemplado cuatro posibilidades. En el primer cuarteto la voz en primera persona “utiliza” a su pareja, pero no la ama. En el segundo la voz en primera persona ama, pero no es correspondida. En el primer terceto la persona busca, pero no encuentra. No es necesariamente una falta de oportunidades. Intento reflejar la actitud de aquellos individuos que prefieren la búsqueda al encuentro o que evitan encontrar por miedo a atarse. En el último terceto la pareja funciona. Si yo fuera más dado a los cuentos concluiría con un “… y fueron felices y comieron perdices”. Pero no es el caso. Aunque les va bien, cada uno sigue siendo uno. No me creo eso de que dos personas emparejadas pasan a convertirse en una sola. La matemática, que se ajusta más a la realidad que la poesía, no admite esa opción. Por mucho que dos humanos se quieran cuando le duele una muela a uno de ellos el otro no siente el mismo dolor. Podrá darle consuelo, pero eso no cura, solo alivia.




 
 


 

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