Hace un año que escribí el primer
soneto. Como me ocurre siempre desde hace unos lustros tengo la
impresión de que el tiempo ha pasado muy rápido, casi sin
enterarme. Sin embargo, cuando miro hacia atrás con detenimiento veo
que han sucedido muchas cosas. En mi caso la mayoría buenas; no
puedo quejarme. A nivel literario he escrito una obra de teatro, una
novela y un buen montón de sonetos. En cantidad no está mal. En
calidad, si me atengo al éxito que han tenido, me temo que no es
para estar orgulloso. Aun así, no tiro la toalla. Quién sabe si a
base de insistir no acabaré encontrando el camino para crear algo
que merezca la pena. De momento, para octubre cuelgo en el blog dos
nuevos sonetos. Al primero de ellos lo he titulado Chronos
y, obviamente, va sobre el
tiempo cronológico, que es el tema que me ha venido a la mente en
estas fechas. El segundo lleva un título mucho menos evidente:
Rinocerontes. Hace
unos años leí una noticia en la que se decía que los rinocerontes
del Masai Mara corrían el peligro de extinguirse porque quedaban muy
pocos en una extensión tan grande que era difícil que los machos y
las hembras se encontraran. En definitiva, que vagaban solitarios sin
posibilidad de acoplarse. En el caso de los humanos ocurre que, en
general, estamos muchos en poco espacio. Eso, en teoría, facilita
los encuentros. Sin embargo, es bien conocido por todos que no
siempre esos encuentros llegan a buen puerto. En el soneto he
contemplado cuatro posibilidades. En el primer cuarteto la voz en
primera persona “utiliza” a su pareja, pero no la ama. En el
segundo la voz en primera persona ama, pero no es correspondida. En el
primer terceto la persona busca, pero no encuentra. No es
necesariamente una falta de oportunidades. Intento reflejar la
actitud de aquellos individuos que prefieren la búsqueda al
encuentro o que evitan encontrar por miedo a atarse. En el último
terceto la pareja funciona. Si yo fuera más dado a los cuentos
concluiría con un “… y fueron felices y comieron perdices”.
Pero no es el caso. Aunque les va bien, cada uno sigue siendo uno. No
me creo eso de que dos personas emparejadas pasan a convertirse en
una sola. La matemática, que se ajusta más a la realidad que la
poesía, no admite esa opción. Por mucho que dos humanos se quieran
cuando le duele una muela a uno de ellos el otro no siente el mismo
dolor. Podrá darle consuelo, pero eso no cura, solo alivia.
A veces siento la necesidad de escribir. A pesar de mi inconstancia he conseguido terminar dos novelas, una obra de teatro, varios sonetos y algunas cosas más. Si quieres enviarme un comentario sobre algo de lo que hayas leído en mi blog puedes hacerlo a esta dirección de correo electrónico: andres.garralda@gmx.es
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