Mientras miraba algún aspecto técnico
de los sonetos, que ahora no recuerdo, me topé con un artículo que
decía que los versos terminados en palabras agudas había que
evitarlos porque conferían al poema aspereza. Fue leer eso y sentir
unas irresistibles ganas de escribir un soneto bien áspero. Me
planteé terminar todos los versos en aguda. Era una opción
interesante, pero justo hacía poco había llegado a mis oídos una
palabra que no había escuchado en mi vida y que me gustó. Se trata
de cuchumbo. Con este término se denomina en algunas partes de
América a un juego de dados y también al cubilete desde el que se
arrojan. Quería incluirla en un soneto. Las palabras procedentes de
América tienen para mí algo misterioso. Me producen la misma sensación que cruzar por primera vez una calle oscura y solitaria. Lo haces con una mezcla de fascinación y miedo. En el
soneto titulado Áspero he
metido alguna otra “calle” más. El tercer ingrediente que tiene
Áspero es mi rabia.
Una rabia injustificada e innecesaria, ya que soy una persona feliz con las necesidades básicas cubiertas, pero que a veces me viene y tengo que
soltar. Esta vez se la ha llevado Áspero.
Soy consciente de que Áspero es demasiado áspero y que no gustará a la mayoría de la gente. Por eso he creado otro soneto buscando agradar a los demás. A fin de cuentas, como he dicho más de mil veces, escribo para que me lean. Ese es el origen
de Suave. Mis premisas de partida eran dos. La primera, utilizar
palabras habituales pero sin caer en la rima fácil. La segunda,
contar una historia sencilla y común, pero contarla bien. Y eso es
todo.
a
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