Salgo
de Pamplona a las 9 de la mañana con destino a Madrid. El tren va a
tope. Se nota que es el puente de Todos los Santos. Hay más vagones
que cualquier otro sábado. A pesar de que está lleno tengo suerte y
el viaje transcurre en silencio. Esta vez no me han tocado ni grupos
de adolescentes ni despedidas de soltero. Estoy muy despejado así
que opto por ver la película. En principio van a echar una que se
titula Rachel pero hay algún problema con el sonido. Nos
pasan un fragmento en inglés, después otro en inglés con
subtítulos en español y luego otro en inglés con subtítulos en
griego. Al final desisten y cambian de película. Me da pena porque
tiene buena pinta. La nueva es del oeste. Desconozco el título.
Tiene todos los tópicos del género: matan a la mujer y al hijo del
protagonista, hay un malo local con varios pistoleros a su cargo, la
mayoría de los habitantes del pueblo son unos cobardes, el
protagonista se venga y mata a todos... En fin, lo habitual. Sin
embargo, como está bien hecha la disfruto hasta el final.
Cojo
el tren de cercanías y llegó al aeropuerto con tiempo para facturar
sin prisa. Pilar ya está en la cola de Emirates. En algo más de una
hora tenemos la burocracia solucionada. Eso es lo que peor llevo.
Detesto el control de seguridad, el caminar por los pasillos buscando
la puerta de embarque y el tener que hacer cola para todo.
Tenemos
tres vuelos hasta Luang Prabang, nuestro primer destino. Dos vuelos
con Emirates de algo más de siete horas cada uno, el primero a Dubái
y el segundo a Bangkok, y luego otro hasta Laos de unos noventa
minutos con una compañía asiática. El vuelo hasta Dubái
transcurre sin incidencias. Emirates es mi compañía aérea
favorita. Los aviones son cómodos, el personal atento y todo
funciona a la perfección. Me da tiempo a ver tres películas y leer
un rato. Solo tenemos dos horas de espera antes de la salida del
siguiente vuelo. Justo el tiempo para ir tranquilamente desde donde
hemos aterrizado hasta la puerta de embarque. El aeropuerto de Dubái
impresiona por su diseño. Es el paraíso de los amantes del lujo.
Todo está nuevo y es posible que sea el lugar más limpio que he
visto nunca. Los suelos reflejan las imágenes. Es una buena muestra
de lo que te espera en Dubái. Hacia un año que había visitado esa
ciudad. Me gustó. Creo que podría emplearse como ejemplo de los
actos que hacemos los humanos y que se escapan a la razón. Dubái se
asienta en pleno desierto. En verano puede hacer más de cincuenta
grados de temperatura. Como dice mi amiga Pilar, casi incompatible
con la vida. Sólo en los meses más “fríos” está un poco por
debajo de los treinta grados. Hay aire acondicionado por todas
partes, incluidas las paradas de autobús. Mantener una ciudad de
lujo que, entre otros atractivos, tiene el edificio más alto del
mundo, el Burj Khalifa, solo es posible gracias al dinero que aporta
el petróleo. En los Emiratos Árabes tienen la esperanza de poder
vivir del turismo cuando el chollo del oro negro se les acabe. En eso
están invirtiendo. Sin embargo, a mí que no entiendo nada de
economía me parece que no va a funcionar. Dubái merece una visita,
es indudable. Es una ciudad de ciencia ficción. Pero con ir una vez
es suficiente. No volvería. No hay que olvidar que el turista medio,
entre los que me incluyo, no solo busca contemplar cosas. Hay que
disfrutarlas. Eso parece difícil en un país islámico en el que el
sexo es castigado con la cárcel, las mujeres autóctonas van con
burka y en la playa estás a más de cuarenta grados Celsius. Un país
así nunca podrá superar en la carrera por obtener turistas a uno
como España. Tengo la impresión de que en tres o cuatro siglos,
cuando el petróleo no sea una fuente de energía, Dubái será una
ciudad fantasma. Sin dinero para mantener las infraestructuras se
irán deteriorando. Desaparecerán los miles de trabajadores
extranjeros que hoy la habitan, los pocos autóctonos que existen
volverán a la misma vida sencilla que tenían antes de que les
cayera una tormenta de dinero encima y el Burj Khalifa será un
edificio enterrado bajo la arena del desierto del que solo se verá
la punta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario