sábado, 12 de noviembre de 2016

Viaje a Laos y Tailandia. Día 29 de octubre de 2016


Salgo de Pamplona a las 9 de la mañana con destino a Madrid. El tren va a tope. Se nota que es el puente de Todos los Santos. Hay más vagones que cualquier otro sábado. A pesar de que está lleno tengo suerte y el viaje transcurre en silencio. Esta vez no me han tocado ni grupos de adolescentes ni despedidas de soltero. Estoy muy despejado así que opto por ver la película. En principio van a echar una que se titula Rachel pero hay algún problema con el sonido. Nos pasan un fragmento en inglés, después otro en inglés con subtítulos en español y luego otro en inglés con subtítulos en griego. Al final desisten y cambian de película. Me da pena porque tiene buena pinta. La nueva es del oeste. Desconozco el título. Tiene todos los tópicos del género: matan a la mujer y al hijo del protagonista, hay un malo local con varios pistoleros a su cargo, la mayoría de los habitantes del pueblo son unos cobardes, el protagonista se venga y mata a todos... En fin, lo habitual. Sin embargo, como está bien hecha la disfruto hasta el final.
   Cojo el tren de cercanías y llegó al aeropuerto con tiempo para facturar sin prisa. Pilar ya está en la cola de Emirates. En algo más de una hora tenemos la burocracia solucionada. Eso es lo que peor llevo. Detesto el control de seguridad, el caminar por los pasillos buscando la puerta de embarque y el tener que hacer cola para todo.
   Tenemos tres vuelos hasta Luang Prabang, nuestro primer destino. Dos vuelos con Emirates de algo más de siete horas cada uno, el primero a Dubái y el segundo a Bangkok, y luego otro hasta Laos de unos noventa minutos con una compañía asiática. El vuelo hasta Dubái transcurre sin incidencias. Emirates es mi compañía aérea favorita. Los aviones son cómodos, el personal atento y todo funciona a la perfección. Me da tiempo a ver tres películas y leer un rato. Solo tenemos dos horas de espera antes de la salida del siguiente vuelo. Justo el tiempo para ir tranquilamente desde donde hemos aterrizado hasta la puerta de embarque. El aeropuerto de Dubái impresiona por su diseño. Es el paraíso de los amantes del lujo. Todo está nuevo y es posible que sea el lugar más limpio que he visto nunca. Los suelos reflejan las imágenes. Es una buena muestra de lo que te espera en Dubái. Hacia un año que había visitado esa ciudad. Me gustó. Creo que podría emplearse como ejemplo de los actos que hacemos los humanos y que se escapan a la razón. Dubái se asienta en pleno desierto. En verano puede hacer más de cincuenta grados de temperatura. Como dice mi amiga Pilar, casi incompatible con la vida. Sólo en los meses más “fríos” está un poco por debajo de los treinta grados. Hay aire acondicionado por todas partes, incluidas las paradas de autobús. Mantener una ciudad de lujo que, entre otros atractivos, tiene el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, solo es posible gracias al dinero que aporta el petróleo. En los Emiratos Árabes tienen la esperanza de poder vivir del turismo cuando el chollo del oro negro se les acabe. En eso están invirtiendo. Sin embargo, a mí que no entiendo nada de economía me parece que no va a funcionar. Dubái merece una visita, es indudable. Es una ciudad de ciencia ficción. Pero con ir una vez es suficiente. No volvería. No hay que olvidar que el turista medio, entre los que me incluyo, no solo busca contemplar cosas. Hay que disfrutarlas. Eso parece difícil en un país islámico en el que el sexo es castigado con la cárcel, las mujeres autóctonas van con burka y en la playa estás a más de cuarenta grados Celsius. Un país así nunca podrá superar en la carrera por obtener turistas a uno como España. Tengo la impresión de que en tres o cuatro siglos, cuando el petróleo no sea una fuente de energía, Dubái será una ciudad fantasma. Sin dinero para mantener las infraestructuras se irán deteriorando. Desaparecerán los miles de trabajadores extranjeros que hoy la habitan, los pocos autóctonos que existen volverán a la misma vida sencilla que tenían antes de que les cayera una tormenta de dinero encima y el Burj Khalifa será un edificio enterrado bajo la arena del desierto del que solo se verá la punta.

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