En las entradas previas a esta tenía la costumbre de poner primero la explicación y luego el soneto. Creo que no era el orden correcto, por ello a partir de ahora siempre irá en primer lugar el poema.
Hace un tiempo mi amiga Maira Angels
Cladera me pidió que escribiera un soneto sobre Menorca. Me pareció
una buena idea. Le comenté que lo haría en junio. Sin embargo, como
hace unos días que empecé a preparar las vacaciones para Menorca y
ya estamos en primavera me entraron unas ganas tremendas de escribir
sobre la isla, y así lo he hecho. El problema es que pensaba que me
vendría la inspiración fácil y rápido y no ha sido así. Además,
para Menorca quería escribir algo especial. Es un lugar que amo así
que buscaba una especie de soneto inmortal. Algo que lo leas y ya
nada sea como antes. Supongo que para llegar a crear un poema así se
necesita mucho esfuerzo y más talento. Puedo asegurar que esfuerzo
he hecho bastante pero me ha faltado el talento. Me temo que el
soneto inmortal tendrá que esperar, si es que alguna vez llega.
Fruto del esfuerzo han sido tres poemas. Aunque ninguno es lo que
buscaba, he decidido subirlos todos. Cada uno tiene su pequeña
historia. Supongo que igual que los padres quieren a todos sus hijos,
ya sean listos o tontos, guapos o feos, yo quiero a mis poemas aunque
estén llenos de imperfecciones.
Antes de empezar el primer soneto
tenía claro dos cosas: quería que fuera original, nada de recurrir
a frases del tipo “su bonito cielo azul sobre el agua transparente
y prístina”, y quería que terminara con la palabra Menorca.
Ambición no me faltaba. Resultado, el soneto que he denominado
Menorca I; un engendro difícil de definir. Lo mismo puede ser un poema sobre Menorca
que sobre cualquier otro lugar del mundo. Ha quedado de un intimismo casi oscuro. Para rematarlo,
rimar con “orca” tiene su dificultad. Así las cosas, quedó descartado como
poema inmortal. A pesar de ello lo he subido porque me gusta. No es
lo que buscaba para Menorca, pero es sincero.
Menorca II, el siguiente que escribí,
queda marcado por el primer cuarteto. Uno de mis mejores recuerdos de
la isla son las tardes de primavera cuando me iba a la playa y apenas
había gente. El día era largo y la comunión con la naturaleza
absoluta. A veces estaba solo y aprovechaba para leer, lo que era un
placer, y en ocasiones estaba con buena compañía. En ese último
caso no leía pero el placer era, en general, mayor. El primer
cuarteto quiere reflejar esas horas de estar tirado en la arena, lo que condiciona el discurso del resto del poema. Ya no es un
soneto sobre Menorca, sino sobre mi relación con Menorca. Es como
sacar una foto de un paisaje solo o con un tipo posando delante. En
esta foto el tipo que está delante soy yo, y puesto que nunca he
llamado la atención por mi belleza creo que la imagen queda algo
dañada.
Después del intimismo oscuro del
primer soneto y del intimismo más luminoso del segundo se imponía
buscar algo impersonal. Se trataba de escribir algo en lo que yo no
apareciera por ningún lado. El resultado de ese intento es Menorca III. Para alejarme de los caminos más trillados decidí escribirlo en
plan cuento mitológico. Como me dijo una lectora: “un
microrrelato”.
Quiero dar las gracias a mis amigos
Antonio Hernández, Pilar Galán y Pachi Leandro por haberse leído
todos los borradores (doy fe de que han sido unos cuantos) y por sus
consejos.
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