Por no creer, no me creo ni mi propio soneto. Lo cierto, y esto es verdad de la buena, aunque el lector es libre de no fiarse de mí y de dar mis palabras por falsas, es que me creo muchas cosas. Por ejemplo, me trago algunas noticias, algunas aportaciones de la ciencia, ciertas propuestas religiosas, a algunos políticos y muchas cosas más. El problema lo tengo con las generalizaciones. No creo que haya alguien o algo siempre sincero y alguien o algo que siempre mienta. Sé que mucha gente no comparte esta opinión. Hay quien se cree todo lo que diga un individuo o un estamento si tiene confianza en él. Por ejemplo, dan por bueno todo lo que dice su periódico, su canal de televisión favorito, su partido político… Incluso puede ser suficiente el género del que dice algo para que se lo crean a pies puntillas. No es mi caso. Pienso que, la inmensa mayoría, unas veces mentimos y otras decimos la verdad. Lo que cambia es la frecuencia y la intención con la que se miente. Para mí, maldad y mentira no van de la mano. Uno puede mentir con buenas intenciones. Por el contrario, se puede decir la verdad para hacer daño. Prefiero una mentira piadosa a una verdad cruel.
Después de leer el párrafo anterior te preguntarás por qué he escrito este soneto. La respuesta es que hay demasiada mentira interesada rodeándonos. La prensa en España es bastante penosa. No es ni independiente ni de investigación. La mayoría de los periódicos son meros panfletos. Algunos vestidos con traje y corbata, pero panfletos en esencia. De Internet mejor ni hablar. Las falsedades, ya sean por ignorancia, intento de manipulación o por reírse de la gente, lo impregnan todo. La política es un estercolero. Las instituciones científicas tampoco se salvan. Los malabares estadísticos imperan en las revistas médicas haciendo que fármacos poco o nada eficaces parezcan el bálsamo de Fierabrás. En fin, por todos los lados te la intentan colar, y muchas veces lo consiguen. A pesar de eso, pienso que hay que conservar cierta esperanza e ingenuidad... y creer. No quiero convertirme en un escéptico radical. Quiero dudar, pero de forma limitada.