A veces siento la necesidad de escribir. A pesar de mi inconstancia he conseguido terminar dos novelas, una obra de teatro, varios sonetos y algunas cosas más. Si quieres enviarme un comentario sobre algo de lo que hayas leído en mi blog puedes hacerlo a esta dirección de correo electrónico: andres.garralda@gmx.es
Garralela es una palabra que inventó mi madre. Es la fusión de otras dos: garrapata y lela. ¿Qué es una garralela? Eso es lo que he intentado explicar en el soneto. Espero que haya quedado claro, tan claro como que debes evitar a las garralelas.
Existe una versión audiovisual recitada por Luis Fernández Reyes.
Este soneto es la consecuencia de dos acontecimientos que me
ocurrieron en una misma semana. Comenzaré citando el más posterior,
ya que fue, por decirlo de alguna manera, la chispa que hizo estallar
la pólvora que había acumulado previamente. Esa chispa fue un
recital de Samuel Mariño. Aunque no venga al caso, debo decir que
fue un concierto fantástico. Recomiendo, a aquel que pueda, no
perdérselo en directo. Ese intérprete es un prodigio de la
naturaleza. Impresionante.
El bueno de Samuel
me sorprendió al cantar Lascia la spina, una
pieza que conocía y no conocía. Conocía la música, pero
desconocía esa letra. Seguro que a algunos lectores les sonará mucho
más Lascia ch’io pianga. Ambas
fueron creadas por Händel. Podríamos decir que se plagió a sí
mismo. Primero compuso Lascia la spina
y, unos años después, recicló la partitura y la introdujo en su
opera Rinaldo, pero en esa ocasión con una letra diferente.
La
letra de Lascia la spina reza
así: Lascia la spina; cogli la rosa; tu vai cercando; il tuo dolor.
Puede traducirse por: Deja la espina, coge la rosa, vas buscando tu
propio dolor.
Es
decir, el protagonista se recrea en hacerse daño, o al menos así lo
interpreté yo.
El
segundo acontecimiento que me ocurrió esa semana fue más personal. Metí la pata. Se me ocurrió dar un consejo a una persona a la que conocía poco. No era un mal consejo. Esa persona padecía (supongo que lo sigue padeciendo) un problema en la piel. Sin que me lo pidiera, le ofrecí una posible solución médica. Lo que recibí a cambio no fue un agradecimiento, sino un gran rapapolvo. Prácticamente me dijo que me metiera en mis asuntos. Tenía razón. Había cometido un error, el de asomar mis narices allá donde no eran bien recibidas. Lo peor de todo es que yo soy de los que huyo de los que quieren salvarme. Mea culpa. Lección aprendida.
Existe una versión audiovisual recitada por Luis Fernández Reyes.
Por no creer, no me creo ni mi propio soneto. Lo cierto, y esto es
verdad de la buena, aunque el lector es libre de no fiarse de mí y
de dar mis palabras por falsas, es que me creo muchas cosas. Por
ejemplo, me trago algunas noticias, algunas aportaciones de la
ciencia, ciertas propuestas religiosas, a algunos políticos y muchas cosas más. El problema lo tengo con las generalizaciones. No creo que haya alguien o algo
siempre sincero y alguien o algo que siempre mienta. Sé que mucha
gente no comparte esta opinión. Hay quien se cree todo lo que diga
un individuo o un estamento si tiene confianza en él. Por
ejemplo, dan por bueno todo lo que dice su periódico, su canal de
televisión favorito, su partido político… Incluso puede ser
suficiente el género del que dice algo para que se lo crean a pies
puntillas. No es mi caso. Pienso que, la inmensa mayoría, unas veces
mentimos y otras decimos la verdad. Lo que cambia es la frecuencia y
la intención con la que se miente. Para mí, maldad y mentira no van
de la mano. Uno puede mentir con buenas intenciones. Por el
contrario, se puede decir la verdad para hacer daño. Prefiero una mentira piadosa a una verdad cruel.
Después de leer el
párrafo anterior te preguntarás por qué he escrito este soneto. La
respuesta es que hay demasiada mentira interesada rodeándonos.
La prensa en España es bastante penosa. No es ni independiente ni de
investigación. La mayoría de los periódicos son meros panfletos.
Algunos vestidos con traje y corbata, pero panfletos en esencia. De
Internet mejor ni hablar. Las falsedades, ya sean por ignorancia, intento de manipulación o por reírse de la gente, lo impregnan todo. La política
es un estercolero. Las instituciones científicas tampoco se salvan.
Los malabares estadísticos imperan en las revistas médicas haciendo
que fármacos poco o nada eficaces parezcan el bálsamo de Fierabrás.
En fin, por todos los lados te la intentan colar, y muchas veces lo
consiguen. A pesar de eso, pienso que hay que conservar cierta
esperanza e ingenuidad... y creer. No quiero convertirme en un
escéptico radical. Quiero dudar, pero de forma limitada.
Casi todos los sonetos que escribo, sin pretenderlo, son tristes, oscuros o deprimentes. En esta ocasión el protagonista parte de una circunstancia dolorosa, la pérdida de un ser querido. Está dispuesto a superarlo cueste lo que cueste. Si tuviera que describir este poema con una palabra, diría esperanza.
Este soneto es solo un conjunto de reflexiones sobre la vida. Ya intenté algo parecido en "La mala profesora". Ese poema no tuvo una buena aceptación. Tampoco el vídeo, al que le dediqué bastantes horas que no obtuvieron recompensa. "La vida, sin más", tanto en la versión escrita como en la audiovisual, recitada por Luis Fernández, es un intento de darle un nuevo enfoque.
Recientemente devoré una novela negra que me encantó. Su lectura me animó a escribir este soneto. Sigue los tópicos del género noir. Lo que más me gustó no fue su trama (era una historia de amor en el mundillo de las drogas), sino la forma en la que estaba escrita. El estilo y las palabras que empleaba el autor eran tan afilados como cuchillos. He intentado trasladar ese lenguaje cortante a mi poema para darle rudeza. No sé si he conseguido lo que buscaba. Tal vez el resultado solo sea una ordinariez. El tiempo lo dirá.
Hay una versión audiovisual recitada por Luis Fernández
Desde hace un tiempo, en España, se ha ido retrasando la edad de
jubilación. En unos meses habrá alcanzado el valor definitivo. Uno
podrá retirarse a los 67 años (a los 65 si ha trabajado más de 38
años y medio). Hay quien opina que es demasiado pronto. De
hecho, de vez en cuando surge lo que podríamos llamar una oleada de
noticias dedicada a crear opinión pública en favor de retrasar más
esa edad. Esas noticias se difunden por todos los medios: televisión,
prensa, redes sociales… A mí me parecen campañas orquestadas por
alguien que se beneficia del trabajo ajeno. En esas campañas no se
incide en que un trabajador entrega al Estado, entre impuestos
directos e indirectos, la mitad de su vida laboral. De 40 años de trabajo, solo disfruta de los beneficios de 20. La jubilación marca
la devolución por parte del Estado de lo que previamente le ha sustraído al
trabajador. La cuestión es que a una parte de los
que controlan el Estado, porque el Estado no es un ente abstracto,
sino que lo manejan personas con nombres y apellidos, no le hace
ninguna gracia devolver ese dinero. Les parece mucho mejor emplearlo en quién les apetece y para lo
que les apetece. Desde su punto de vista lo ideal sería que la gente
trabajara hasta morir. Una forma de conseguir este objetivo es retrasar la jubilación. El trabajo no es salud, sino todo lo contrario. Esto no lo digo yo, sino que lo dicen estudios científicos. El año pasado se publicó uno muy interesante. Se titula The Effect of Removing Early Retirement on Mortality. Son sus autores Cristina Belles-Obrero, Sergi Jiménez-Martín y Han Ye. Clicando en la palabra enlace puedes acceder al documento.
Luis Fernández recita la versión audiovisual del soneto:
La población occidental puede dividirse de muchas maneras. Una nada
útil estaría relacionada con la Navidad. Podíamos establecer tres
grupos: el de los que les gusta la Navidad, el de los que no les
gusta y el de los que ni fu ni fa. Este último sería el más
pequeño. Es raro que esas fechas dejen indiferente. Más frecuente
es que la ames o la odies.
Tengo la impresión
de que en la infancia el grupo de los que la aman es mayoritario. Con
los años muchos pierden la ilusión y cambian de bando. En edades
avanzadas el grupo de los que la odian gana por goleada.
Yo tengo ya un buen
montón de años. Sin embargo, me sigue gustando la Navidad. Eso no
quiere decir que me sienta especialmente feliz o alegre. Me suele
pasar lo contrario. La melancolía es mi sentimiento principal
durante esos días. Una suave tristeza sin motivo. Algo similar le
ocurre al protagonista del soneto Año Nuevo. Sin causa
aparente, se siente mal al cambiar de año. Quizá es que, para él,
pesa más lo que deja atrás que lo que espera recibir en el futuro.
Aunque tenemos cierto parecido, yo no me lo tomo tan mal como él.
Todavía soy capaz de manejar la mezcla de ilusión e incertidumbre
sin que me estalle en la cara.
Existe una versión audiovisual recitada por Luis Fernández Reyes:
"Gracias" es un soneto que escribí para finalizar los actos de presentación del libro "Sonetos 2015-2024". Una forma de agradecer al público su asistencia y de animarlos a adquirir un ejemplar.
La editorial Olé Libros ha publicado un libro que recopila todos los sonetos que he escrito desde 2015 hasta 2024. Aunque todos esos poemas ya han sido publicados en el blog, no quería que desaparecieran en el ciberespacio en cualquier momento. Deseaba que estuvieran en papel. Si quieres comprarlo, puedes hacerlo en el enlace que pongo más abajo. Tiene un precio de 17 euros.