lunes, 1 de septiembre de 2025

Ese día. Soneto septiembre de 2025

 




Muchas personas opinan que el lugar más triste que existe es el cementerio. No pienso lo mismo. Es cierto que cuando entierras a un ser querido te invade una pena terrible. Sin embargo, pasado ese momento, el camposanto se convierte en un lugar de encuentro. Visitas la tumba y estableces, de manera no física, contacto con ese ser al que le tuviste un aprecio especial. Los cementerios son sitios en los que impera el silencio y la calma. Puedes pasear sin que una horda de bicicletas y monopatines intenten atropellarte. No hay desquiciados gritando ni música estridente sonando a todo volumen. En definitiva, me gustan los camposantos.
Para mí, los lugares más tristes son los hospitales. Temo mucho más a la enfermedad que a la muerte. Los centros sanitarios son almacenes de dolor y miseria. En ningún otro sitio, ni siquiera en la cárcel, se acumula tanto sufrimiento. Padece el paciente y padecen los que le quieren. La angustia lo invade todo. Es tan invasiva como los propios olores del hospital: la lejía, los desinfectantes… Para empeorar las cosas, en la región en la que yo vivo, los enfermos comparten habitación. Eso me parece un horror. Se da mucha importancia a la confidencialidad y se legisla una barbaridad para que los sanitarios sean discretos, pero luego ponen a dos pacientes en la misma habitación. Tu vecino acaba enterándose de todos tus males. También de la forma de tus nalgas, ya que te visten con un camisón abierto por detrás que no tapa el culo. Por si no fuera suficiente penoso estar enfermo, te obligan a compartir miserias con desconocidos. Olvídate del derecho a la intimidad. Mucho presumir nuestros gobernantes de las maravillas de la sanidad pública y pasan por alto algo tan fundamental como la necesidad de estar solo, o acompañado solo por personas de confianza, cuando no te encuentras bien. Compartir habitación no solo supone una indiscreción, también acarrea otras consecuencias negativas para el enfermo. Una de ellas la pérdida de tranquilidad. Tu vecino puede querer ver la televisión cuando a ti lo único que te apetece es estar en silencio. Tienes que aguantar a otra persona y a las personas que lo visitan. Por otro lado, para que tú no molestes, te limitan el número de visitantes. ¿Qué pasa si tienes varios hijos y quieres tener una charla con todos ellos antes de una cirugía de riesgo? No te lo permiten. También, para que no des guerra, junto con la cena te dan una pastilla para dormir. Ni siquiera te informan de ello. Esperan que te la tragues y calles. Podría seguir con bastantes cosas más, pero daría una imagen distorsionada de los hospitales. Al final, cumplen una función necesaria. Si encima te curas, entonces ya no parecen tan malos. Te olvidas de las cosas negativas y valoras lo bueno. Nada es más importante que la salud.

Existe una versión audiovisual recitada por Luis Fernández Reyes.